sábado, 27 de agosto de 2016

El viaje del héroe, una travesía hacia uno mismo


Foto: @LolitaFirefly

TIHUATLÁN, Ver., 27 de agosto de 2016.- Todo el mundo ama de vez en cuando ver una buena película o apasionarse en la lectura de una novela, o de un cuento por las noches.

Las vivencias de los héroes de esas historias nos atrapan y, en ocasiones, nos hacen sentir parte de esa historia, a tal grado que sentimos las vivencias del protagonista como propias.

Esta adaptación de las aventuras de un personaje literario a nuestras propias vivencias, se debe a la similitud de los ritos de iniciación que son inherentes a cualquier sociedad y cultura.

Un rito de iniciación, o rito de paso, es una actividad o serie de pruebas que realiza una persona para pasar de una etapa a otra en la vida.

Ejemplos claros en la sociedad mexicana son: la ceremonia del bautismo o bautizo, que dependiendo de la religión es a edad muy temprana o edad adulta, en la que la persona deja atrás una vida de pecado para convertirse supuestamente en una mejor persona dedicada a Dios; la fiesta de 15 años de las jóvenes, que marca la transformación de niña a mujer; la graduación de la universidad, que finaliza la vida de estudiante para integrarse, teóricamente, a la vida laboral, entre otros.

Los relatos, mitos y cuentos de cualquier época han mostrado a héroes que, después de pasar sus pruebas, regresan victoriosos a sus comunidades y son aceptados y aclamados.

En la realidad, nosotros no matamos dragones ni ogros, pero comprendemos el peso de las pruebas y, al igual que los héroes en los relatos, emprendemos la transformación interior para lograr ser aceptados y aclamados en la sociedad.

Joseph Campbell, escritor y mitólogo estadunidense, estudió relatos de todo el mundo y halló una estructura que se repetía constantemente en las historias, a la cual llamó ‘monomito’ en su libro El Héroe de las Mil Caras (1941).

Previamente, el lingüista ruso Vladimir Propp ya había estudiado la estructura de los relatos y descubrió 31 etapas recurrentes en los cuentos de hadas (Morfología del Cuento, 1928); no obstante, los estudios de Campbell se destacaron por estar basados en el análisis de símbolos y enfocados en la psiqué humana, tomando como referencia los estudios psicoanalíticos de Sigmund Freud.

De acuerdo con Campbell, en todas las historias del mundo se presentan 17 etapas claramente definidas, que se agrupan en tres etapas del viaje:

La Salida



1) La Llamada a la aventura. Una situación, controlada o por aparente azar, revela un mundo diferente al que el héroe está acostumbrado.

2) El rechazo de la llamada. El héroe rechaza salir de su propio mundo, al que está acostumbrado.

3) La ayuda sobrenatural. Para quien no ha rechazado la llamada, el primer encuentro de la jornada del héroe es con una figura protectora que le dotará de los amuletos necesarios para la vida en el nuevo mundo.

4) El cruce del primer umbral. El héroe pasa al nuevo mundo, la nueva sociedad, a la que no está acostumbrado para realizar las pruebas de su aventura el héroe avanza a la oscuridad, lo desconocido y el peligro.

5) El vientre de la ballena. El héroe en vez de conquistar o conciliar la fuerza del umbral es tragado por lo desconocido y parecería que hubiera muerto. Esta etapa simboliza el renacimiento del héroe después del análisis interno al pasar al nuevo mundo.

La Iniciación



6) El camino de las pruebas. Una vez atravesado el umbral, el héroe debe pasar por una serie de pruebas. Ésta es la fase favorita de la aventura mítica.

7) El encuentro con la diosa. Cuando finaliza sus pruebas, el héroe sufre un matrimonio místico con la reina diosa del mundo. Puede estar representada como madre, hermana, amante, esposa. Todo lo que se ha anhelado en el mundo, todo lo que ha parecido promesa de júbilo. Aunque en ocasiones, este matrimonio místico conlleva a desgracias.

8) La mujer como tentación. El héroe alcanza un estado elevado de purificación y rechaza lo mundano y terrenal. En esta etapa, la mujer representa la carne, la tierra, lo material del mundo, y las tentaciones que provoca en el héroe.

9) La reconciliación con el padre. El héroe se enfrenta a su propio ego, representado por un padre ogro al que debe derrotar; el padre solo lo aceptará si demuestra ser capaz de pasar todas las pruebas.

10) Apoteosis. El estado divino al que llega el héroe libre de toda ignorancia y tentación.

11) La gracia última. Una dádiva final, el estado de recompensa infantil que es inherente al humano y que le da sentido a todo el mito.

El Regreso




12) La negativa al regreso. El hombre debe llevar a su antiguo mundo los trofeos, el conocimiento o sus habilidades aprendidas del nuevo mundo, con la finalidad de salvarlos, pero esta misión es frecuentemente rechazada.

13) La huida mágica. A veces, una fuerza mágica del nuevo mundo ayuda al héroe a regresar a su antiguo mundo con el elíxir. En ocasiones, esa fuerza mágica trata de impedir que el héroe regrese a su antiguo mundo, por lo que le pone obstáculos.

14) El rescate del mundo exterior. Pudiera ser que el héroe necesitara ser asistido por el mundo exterior al regreso de su aventura sobrenatural. En otras palabras, pudiera darse el caso de que el mundo tuviera que venir y rescatarlo.

15) El cruce del umbral del regreso. El héroe regresa a su antiguo mundo a salvarlo con sus conocimientos, habilidades o un elixir.

16) La posesión de los dos mundos. La libertad para atravesar en ambos sentidos la división de los mundos.

17) La libertad para vivir. La meta del mito es despejar la necesidad de la ignorancia de la vida realizando una plena conciencia del individuo y su relación con la voluntad universal. Pasar del individualismo a la socialización. De la niñez a la madurez.

Estas 17 etapas pueden estar presentes en todas las historias, o bien, el relato puede solo necesitar de unas cuantas. No obstante, su presencia es necesaria para sostener la narración. En ocasiones, un relato trágico puede finalizar antes de que se realicen las etapas correspondientes, lo que provoca una falla en el rito de iniciación del héroe.

Otro de los puntos importantes en este modelo es la interpretación de sus elementos, ya que el héroe puede ser de cualquier edad y sexo, como sucede con los demás personajes que componen la narración.

La correspondencia de estas etapas en las grandes historias universales con el propio crecimiento humano ha ocasionado que se sigan estudiando y aplicando con gran éxito.

El escritor Cristopher Vogler publicó en 1992 su libro El Viaje del Escritor, el cual, resumiendo el monomito de Campbell, simplificó el análisis psicológico a una serie de pasos para construir una historia de éxito.

Algunos de los cineastas influenciados por los estudios de Campbell han sido George Lucas, John Boorman, Steven Spielberg y George Miller.

A pesar de la evolución social de la humanidad, los avances tecnológicos y el tipo de vida vertiginosa que nos deja el trabajo, la escuela y los múltiples distractores con los que somos bombardeados, nuestra mente siempre estará abierta y receptiva a las enseñanzas subyacentes en las buenas historias.

Actualmente, las sociedades modernas poco a poco van minimizando o dejando atrás los ritos de iniciación que marcaron por siglos a nuestras culturas: los ritos religiosos ya no tienen el carácter obligatorio de hace unos años; la mayoría de las jóvenes prefiere viajes o autos en lugar de su fiesta de 15 años; con los nuevos modelos educativos, la fiesta de graduación dejó de significar que se terminaron los estudios, y el límite de edad para permanecer en casa de los padres ha quedado difuminada ante la falta de solvencia económica en la que viven jóvenes trabajadores debido a los bajos salarios.

Hoy, más que nunca, el ser humano necesita los mitos, los cuentos de hadas, las películas, para vivir esos ritos de iniciación que nos hacen crecer a la par de héroes o heroínas y así encontrar su sitio y su humanidad en esta sociedad cada vez más mecanizada.

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jueves, 25 de agosto de 2016

#Top Los mejores inicios de novelas

TIHUATLÁN, Ver., 25 de agosto de 2016.- La literatura es un arte que debe ser compartida. Tanto de los creadores a su público, como entre los seguidores de las letras. Una lectura, si no se comparte, es dejarla morir poco a poco dentro de uno mismo.

El clérigo comparte los que, para él, son los mejores inicios de novelas. Y no por asuntos estilísticos, sino meramente personales, ya que el encuentro con una lectura es de los hechos más personales e íntimos que se pueden experimentar.

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El Capitán Alatriste (1996) - Arturo y Carlota Pérez-Reverte

No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente. Se llamaba Diego Alatriste y Tenorio, y había luchado como soldado de los tercios viejos en las guerras de Flandes. 



Hay una canción del grupo Mägo de Oz titulada La Cruz de Santiago, que comienza con una adaptación libre del inicio de esta novela. Cuando me enteré, tenía que conseguir el libro. Obtuve una edición donde salía Viggo Mortensen (Aragorn, pa' los cuates). La primera línea me atrapó completamente, aunque en mi mente suena a folk metal.

#NoQuedaSinoBatirnos

El Túnel (1948) - Ernesto Sábato

Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.



Lectura obligada en la universidad. El inició marcó mucho mi muy cerrada perspectiva literaria. Una novela policíaca (y discúlpeme, culto lector, por encasillar El Túnel en ese género) en la que el inicio y el final están en el primer renglón. ¡Magnífico!

Debraye del clérigo: Una vez, al inicio de esas clases de literatura en la universidad, un Maestro, con mayúscula, expresó: "Ustedes están aquí para perder su virginidad literaria. O mejor aún, para recuperarla".

#LaNovelaNegraNoEsLoQueUnoPensaría

Pedro Páramo (1955) - Juan Rulfo

Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.




El supuesto 'protagonista', al menos, el primer narrador presentado, te sitúa en una línea en el lugar donde se desarrollará la historia. Comala. Un lugar que con solo ver su nombre sabrás que hace calor, mucho calor, tanto que si te mueres allí y te vas al infierno, regresarás por tu cobija. Un ficticio Comala, de Rulfo, que nada tiene que envidiar al Macondo de Márquez, a la Amurota, de Moro, o a Winesburgh, de Anderson.

El inicio también te presenta al personaje de más peso en la historia, Pedro Páramo, un nombre fuerte, de un personaje fuerte, que cimbra a todo Comala, y a los lectores.

Exhorto del clérigo: No le vas a entender, pero termina la lectura. Este libro es corto precisamente porque tendrás que releerlo.


Lolita (1955) - Vladimir Nabokov

Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul. Lo-lee-ta: the tip of the tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo. Lee. Ta.



Traducción del clérigo: Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Mi pecado, mi alma. Lo-li-ta: la punta de la lengua en un viaje de tres pasos por todo el paladar hasta posarse, en el tercero, en los dientes. Lo-li-ta.

Descubrí esta novela debido a una pubertad friki, en la que las revistas de anime y manga en aquellos años se referían a las protagonistas femeninas de esas series como 'lolitas', y no con esas términos de "waifu" o "lolis" de hoy en día. En una revista se hacía referencia a esta novela como explicación del término 'lolita' aplicado a esos personajes de animanga con cara de niña y cuerpo de mujer.

Aunque no era una novela fácil de conseguir en mi rancho, la pude comprar luego de unos meses de espera y me atrapó con el inicio. Quien pueda referirse a su amada con esa pasión con solo evocar su nombre, no puede ser tan malo.

#HumbertHumbertEsInocente.

Cien Años de Soledad (1967) - Gabriel García Márquez

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. 



Este fue el primer inicio de un libro que memoricé. Previamente, solo leía por la avidez de leer y de saber más y más historias. Un día, un catedrático se cuadró ante nosotros y recitó este inicio con emoción y fuerza. Cambió totalmente mi forma de leer. Me di cuenta que aunque la lectura se disfruta tan bien en voz baja, hay pasajes, particularmente algunos inicios literarios, que se pueden disfrutar en voz alta.

Y al pronunciarlos es como saborear las letras, las palabras, jugar con la voz y los sonidos, y exprimir cada gota de magia que los grandes escritores crearon con base en el esfuerzo y la dedicación.

Consejo del clérigo: Lee Cien Años de Soledad. Si aún no sabes por qué a Gabbo se le relaciona con las mariposas amarillas, te estás perdiendo de una pequeña gran satisfacción, y un excelente tema de plática.

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No dudo, mi culto lector, que ya has leído todas estas obras, o la mayoría de ellas. Espero que este texto te haya servido para revivir esos momentos en que las comenzaste, o que te haya motivado a leer las que aún no conoces.

Recuerda compartir en los comentarios los inicios de novelas que a ti te hayan gustado, para que nos motives a los demás a leerlas. Comenta sin pena, ¡no permitamos el esnobismo en la literatura!

Twitter: @ElClerigoLuna

miércoles, 24 de agosto de 2016

Comentarios sobre el Ingenioso Caballero Don Quijote De La Mancha

Fotos: Lolita Firefly (@LolitaFirefly)


Que trata de cuando terminé de leer el Quijote, lo que sentí, pensé y divagué. El que quiera entender, que entienda.



XALAPA, Ver., 3 de noviembre de 2010.- Ya no recuerdo mi primer encuentro con el Quijote. Tal vez ocurrió con una versión infantil de sus historias en la biblioteca de la primaria, o quizás lo vi representado en forma de parodia en un comercial o caricatura. Tal vez alguien me platicó la historia o puede ser que haya visto alguna película del Ingenioso Caballero.

El caso es que en algún momento de mi vida comencé a tener una obsesión, así como él, con el periodo medieval: con los caballeros andantes y también los sentados en mesas redondas; con damiselas en desgracia y su respectivo gigante o dragón; con las ciudades españolas medievales como Castilla y Toledo, y sus impresionantes fuertes, murallas y almenas, y, por supuesto, con el famoso Caballero de la Triste Figura, montando al gran Rocinante al lado de su pequeño y barrigón escudero Sancho Panza.

Lo que sí recuerdo vívidamente es que un día, al llegar de la preparatoria, encontré en mi casa un ejemplar nuevo de Don Quijote de la Mancha, en su edición especial de la Real Academia Española. Para ese momento de mi vida había leído varias versiones resumidas de la obra y ya sabía muchas de las aventuras del que se había convertido en mi héroe. No obstante, al ver ese libro blanco que, aún sin saber lo que era la RAE, se me figuraba tenía facha de importante, inmediatamente empecé con la primera de varias lecturas fracasadas.

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”

Sin permiso, tomé el libro de la colección de mi padre como mi compañero de viaje para los años de universidad y, aunque pasé cerca de un lustro con este libro en la mesa de noche de mi cuarto, nunca pude pasar del capítulo 20.

            Mientras cursaba el séptimo semestre, ya en el área de literatura, le comenté a un profesor sobre mi dificultad para leer el Quijote. Él me respondió que para leer ciertos libros se requiere preparación y que después de un par de semestres de estudios literarios sería capaz de leer ese libro sin problemas. Ilusamente le creí eso de “sin problemas”.

Retomé hace un par de meses mi viejo libro dispuesto a exprimir cada letra en él y cuando llegué al capítulo 21 sentí que había roto la barrera que me impedía avanzar. Sin embargo, las aventuras de Don Quijote de la Mancha nunca deben ser tomadas a la ligera.

Su autor, Miguel de Cervantes Saavedra, hace un despliegue de recursos literarios y nos llena de sonetos, versos, relatos cortos y refranes, sin dejar de lado la complicada jerga utilizada por Don Quijote, que además de ofrecernos variedad en el tono del texto, nos regala por añadidura una lectura muy fatigosa.

Al concluir por completo el texto me di cuenta que por fin había vencido las más de 1000 páginas que tanto me había costado leer; por fin había leído todas las aventuras del mítico héroe que para mí habían estado rodeadas de una nube de misterio. Y no solo eso, lo leí lo suficientemente preparado para no perderme detalles que me hicieron disfrutar todavía más de la obra.

Dice el doctor Gutierre de Cetina, en su aprobación del segundo tomo del Quijote, que el libro “no contiene cosa contra la fe ni buenas costumbres, antes es libro de mucho entretenimiento lícito, mezclado de mucha filosofía moral”. Y decir esto de las aventuras de un loco de remate suelto en el mundo no es cosa fácil de afirmar. No obstante, el doctor se quedó corto en su descripción del gran legado ético y filosófico que la obra nos deja desde la primera página hasta los epitafios al final.

Puede ser cierto lo que Cervantes afirmó: que su obra sólo pretendía “poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías”, pero el autor español no se imaginaba que su novela no sólo funcionaría para iniciar el declive de los libros de caballerías, sino que se convertiría en un texto atemporal de carácter universal que, a más de 400 años de su publicación en 1605, aún nos puede enseñar sobre la locura, la amistad, el amor y la muerte.

En mi cuarto tengo una copia del retrato que Picasso elaboró del Quijote y su fiel escudero. El uno, alto y estirado, y el otro, pequeño, en su borrico. Al ver ese cuadro, recuerdo que ante cualquier aventura, siempre es necesario empacar primero a un amigo que te acompañe. Y es que Don Quijote y Sancho Panza trascendieron más allá del simple concepto caballero-escudero: el buen Quijote no habría pasado de los primeros pasos sin un Sancho Panza que creyera lo que el loco Caballero imaginaba y lo curara cuando fuera menester.

Cuando Don Quijote, al comienzo de su último viaje, amenazó con remplazarlo, Sancho se echó a llorar, no por la paga que no tendría sino por el amigo que partía sin él. Conforme la locura de Don Quijote, y al mismo tiempo su amistad con su escudero, aumentaba con el tiempo, Sancho Panza comenzó a citar antiguos versos de romances caballerescos, mientras que su amo-amigo empezó a hablar con refranes al más puro estilo de su villano compañero, confirmando que “el que entre lobos anda a aullar se enseña” o que “al que anda entre la miel, algo se le pega”.

Asimismo, Sancho Panza resumió su cariño, respeto y devoción a su amo cuando mencionó: “Pues soy más mentecato que él, pues le sigo y le sirvo, si es verdadero el refrán que dice: ‘Dime con quién andas, y decirte he quién eres".

Cuando Sancho se va contento a la Ínsula de la Barataria, por merced de los duques, el escudero se revela como el hombre que posee la sabiduría del simplón, el juicio de los honestos y el honor de quien ha vivido al lado de un gran caballero y lo ha tenido por amigo, maestro y compañero. Vemos en el libro una marcada evolución entre ambos, a tal grado que al regreso de las aventuras ya no vemos a caballero y escudero, sino a dos amigos que se respetan y se quieren tanto como para cuidarse y procurarse entre los dos sin compromiso de ningún tipo.

Otro de los más fascinantes tópicos en la obra, es el amor por la “bienamada y sin par Dulcinea del Toboso”, cuyo enamorado profesaba más que amor cortés, un amor puramente ideal: “Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es fantástica o no es fantástica; y éstas no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo”, respondió Don Quijote a la duquesa al indagar ésta sobre la verdadera existencia de Dulcinea.

Todo el mundo, joven y viejo, ha tenido, tiene o tendrá una Dulcinea, y no me refiero a que se enamorará de una mujer o de un hombre, me refiero a ese amor puro y sin mancha por algún concepto que nos hace realizar locuras en Sierra Morena, enfrentarnos a cualquier enemigo, sea el de los Espejos o el de la Blanca Luna, lanzar suspiros y, cuando por fin abrimos los ojos a la realidad y vemos convertida a esa Dulcinea en una villana cualquiera, simplemente nos excusamos y decimos que son los malvados conjuradores los que nos confunden la vista.

La Bella Dulcinea, que deja muy atrás a su origen en Aldonza Lorenzo, se transforma en un ideal personificado, un ideal al que, incluso en la derrota final, Don Quijote se aferra con amor y honor, mostrándonos que quizás se pueda perder todo en la vida, pero nunca los valores que nos han hecho seguir adelante.

Hay un personaje bastante interesante en la segunda parte del Quijote llamado Sansón Carrasco. Este bachiller sale en dos ocasiones de la aldea para seguir a Don Quijote de la Mancha y enfrentarlo directamente en un duelo con intención de derrotarlo y hacerlo regresar a su casa. La primera vez, lo hace bajo la identidad de El Caballero de los Espejos y la segunda, como El Caballero de la Blanca Luna. Lo curioso de sus disfraces subyace en la simbología y la relación que tiene con la historia del Caballero de la Triste Figura.

Al inicio de la segunda parte, cuando Don Quijote y Sancho acaban de salir a buscar aventuras, hace su aparición el Caballero del Bosque, que al amanecer se revela como el Caballero de los Espejos. Don Quijote, al enfrentarse a duelo contra un caballero cubierto de pequeños espejos en su armadura, lo que ve es un reflejo de si mismo arremetiendo. 

Dice José Antonio Pérez Rioja en su libro Diccionario de Símbolos y Mitos: “Para el psicoanálisis, los sueños del espejo no son frecuentes, pero suelen tener hondo valor significativo: aparecen antes de la individualización, cuando es necesario encontrarse a sí mismo”. Don Quijote, antes de continuar con su aventura, debe encontrarse consigo mismo, el loco y valiente caballero se enfrenta con un reflejo de su realidad, contra el viejo hidalgo con armadura de cartón montado en un rocín flaco. En este encuentro, Don Quijote sale victorioso, es vencedor en una justa donde derrota a su realidad, para así poder seguir adelante en su imaginada aventura.

Finalmente, el valeroso Caballero de los Leones debe enfrentar a su más terrible enemigo, quien habrá de derrotarlo inevitablemente: el Caballero de la Blanca Luna aparece de improviso ante Don Quijote y lo reta al duelo final de su aventura, en el que se decidirá el destino de el loco caballero. Con una fuerza superior, el Caballero de la Blanca Luna derrota a Don Quijote, quien abatido tiene que rendirse ante las condiciones de su verdugo; sin embargo, se rehúsa a perder el honor negando a lo que se ha aferrado en vida: el amor por su Dulcinea. Ese duelo sorpresivo en la gloria de su viaje, el duelo que Don Quijote enfrenta sin dudarlo ni un solo instante, marcó el fin del camino, la derrota en la lucha, pero no del alma ni del amor.

Viendo el paralelismo de la derrota y el final de la aventura con la muerte misma, Don Quijote triunfa al final, ya que conserva lo único que el Caballero de la Blanca Luna no le puede quitar a nadie: el honor y valor con que se enfrenta a la muerte y el legado inmortal que nuestras acciones dejan.

Cervantes mató a su personaje evitando así otro Quijote apócrifo como el de Avellaneda (1614), dando fin con broche de oro a las aventuras del caballero andante y provocando lágrimas donde sobraban las risas. Alonso Quijano, recuperado de su locura, les pidió disculpas a todos, en especial a su mejor amigo, quien no puede dejar de hacer pucheros y hablar con el agonizante Quijote planeando su próxima aventura.

La obra maestra de Cervantes nos hace reflexionar sobre lo que realmente vale la pena vivir y enfrentar, y recordar que aún después del encuentro con el de la Blanca Luna, todo lo aprendido de amistad y amor quedará grabado en el alma y en los corazones de quienes nos rodean.

En su locura, Alonso Quijano viajó y conoció el mundo al lado de un verdadero amigo, luchando en nombre de sus ideales y su amor, encontrándose y derrotándose a sí mismo y a las ataduras que querían imponerle; finalmente venció a la misma muerte al convertirse en un ser inmortal para todos quienes saben de él.


Dice el verso final del epitafio de Sansón Carrasco a Don Quijote: “morir cuerdo y vivir loco”, y yo no tengo nada más que agregar.